Quien podría haber imaginado que un agente infeccioso llamado SARS-CoV-2 causante de la enfermedad del coronavirus, cuyo tamaño es tan minúsculo que habría que poner más de 20 mil en fila para cubrir un milímetro, causaría tantos cambios en nuestra vida y en nuestros planes.
La fotografía no es ajena a los efectos que ha producido la pandemia, no es ajena a los cambios que se han generado en todo el mundo y que en el corto y mediano plazo han obligado a muchos fotógrafos (y videógrafos) a replantear seriamente su profesión. Los fotógrafos que se dedicaban a bodas y eventos tendrán que esperar meses hasta que se vuelvan a restablecer, los fotógrafos dedicados a moda tendrán que esperar hasta que el mercado se normalice y la moda vuelva a recobrar su dinamismo en la economía, los fotógrafos de familia y bebes tendrán que esperar que el miedo se vaya y la gente se anime a llevar a sus bebes a un estudio fotográfico. Las producciones grandes quedarán de lado por un tiempo.
¿Qué hacer? es la pregunta que se están haciendo muchos. La fotografía ya se había vuelto un medio bastante (demasiado) competitivo y esta pandemia del COVID-19 agravó esta crisis. Algunos fotógrafos que conozco, que formados inicialmente en otras profesiones se dejaron seducir en algún momento por este hermoso arte, están buscando trabajo en sus carreras iniciales, otros están haciendo mascarillas para vender, otros dando cursos online, otros vendiendo su material fotográficos en sitios de stock. No hay un rumbo fijo, no hay una forma de decir: éste es el camino a tomar para salir de la crisis. El futuro se torna incierto y solo con habilidad e inteligencia (y por supuesto mucho trabajo) lograremos capearlo con éxito.